
Una vez un hombre cogió una flor y, sin decir palabra alguna, la sostuvo frente a un círculo de hombres sentados a su alrededor. Cada uno de ellos miró la flor y, por turnos, fueron explicando después su sentido, su significado y todo lo que simboliza. Sin embargo, el último hombre, mirando la flor no dijo nada; solamente sonrió. Entonces el hombre del centro también sonrió y, sin una palabra, le entregó la flor. Se dice que ahí están los orígenes del Zen.